En la medida que avanza el siglo XXI, varias tendencias económicas y demográficas están causando un gran impacto en la cultura organizacional. Estas nuevas tendencias y los cambios dinámicos hacen que las organizaciones y sus directivos se debatan en la urgente necesidad de orientarse hacia los nuevos rumbos hechos que tiene una relevancia no solo local sino a nivel mundial. Los países y las regiones colapsan cuando los esquemas de referencia se tornan obsoletos y pierden validez ante las nuevas realidades.
Desde
la perspectiva más general, la globalización, la apertura económica, la
competitividad son fenómenos nuevos a los que se tienen que enfrentar
las organizaciones. En la medida que la competitividad sea un elemento
fundamental en el éxito de toda organización, los gerentes o líderes
harán más esfuerzos para alcanzar altos niveles de productividad y
eficiencia.
Los nuevos esquemas gerenciales son reflejo de la
forma como la organización piensa y opera, exigiendo entre otros
aspectos: un trabajador con el conocimiento para desarrollar y alcanzar
los objetivos del negocio; un proceso flexible ante los cambios
introducidos por la organización; una estructura plana, ágil, reducida a
la mínima expresión que crea un ambiente de trabajo que satisfaga a
quienes participen en la ejecución de los objetivos organizacionales; un
sistema de recompensa basado en la efectividad del proceso donde se
comparte el éxito y el riesgo; y un equipo de trabajo participativo en
las acciones de la organización.
La incertidumbre, en algunos
casos crónica y progresiva, acerca de la evolución de la función
directiva y de su contenido futuro, genera una creciente ansiedad por
parte de los ejecutivos de empresa, que es posible satisfacer mediante
la identificación de algunas características que, definen el perfil del
directivo del nuevo siglo que estamos comenzando.
Uno de los
elementos que forman parte del mínimo común denominador del perfil de
los directivos de éxito es, crecientemente, su capacidad para establecer
y desarrollar relaciones con otras personas. Parece existir una
correlación muy estrecha entre la capacidad de establecer una red amplia
y efectiva de relaciones, de un lado, y la generación de nuevas
oportunidades de negocio, la excelencia en la dirección de personas y la
fidelización de los clientes, de otro. La experiencia demuestra que la
habilidad para desarrollar contactos no es una capacidad innata,
genética, sino más bien resultado del ejercicio y del aprendizaje, algo
adquirido con la práctica.
Hay muchos factores que estimulan el
desarrollo de esta habilidad. Haber residido en el extranjero durante
largas estancias, formar parte de familias numerosas o entornos
familiares amplios, manejar varios idiomas, la movilidad laboral o el
acceso a la formación continuada a lo largo de la carrera profesional
son circunstancias que propician una mejor disposición a crear contactos
efectivos.
Las transformaciones del entorno empresarial
determinan, cada vez en mayor medida, la necesidad de que los directivos
cuenten con esta singular habilidad para desarrollar redes de trabajo.
La globalización de los mercados o las barreras difusas entre sectores
empresariales hacen necesario, por ejemplo, que un directivo cuente con
relaciones personales en otros países o en áreas de actividad diversas.
De
hecho, el mercado laboral valora esta capacidad como uno de los
aspectos básicos en los procesos de selección de directivos entre las
mayores empresas.
La adaptación al cambio y una visión estratégica
pasan a ser obligatorias y prácticamente decisivas, “Hacer lo mismo” o
“seguir igual” son expresiones desterradas de la argumentación
empresarial.
Ciertamente, muchas oportunidades para innovar o para
desarrollar nuevas oportunidades de negocio consisten en enfocar los
procesos empresariales, la manera de hacer las cosas, de una forma
diferente, diversa de las convenciones.
Uno de los ejemplos
recientes más claros es la distribución de productos de consumo a través
de Internet, sector que a nivel mundial se ha desarrollado de una
manera que hace unos años ni si quiera imaginaríamos, es más que
parecería sacada de las películas. No obstante, la cada vez más veloz
evolución de los cambios hace más necesario, si cabe, el desarrollo de
una visión estratégica que permita identificar la actividad nuclear de
una empresa, sobre la base de las necesidades satisfechas a sus clientes
o usuarios.
El tener un espíritu emprendedor tiene que ver con el
hecho de la adopción de un punto de vista empresarial, y no puramente
administrativo, es una de las facetas más exigidas al directivo de
empresa.
Este hecho tiene un reflejo evidente en la
reestructuración organizativa que se está llevando a cabo en muchas
empresas a raíz de fusiones, adquisiciones, etcétera. Su objetivo es
dotar de mayor responsabilidad y capacidad de decisión a las unidades de
negocio, en detrimento de los órganos de decisión corporativos.
La
progresiva apertura de los mercados internacionales demanda de los
directivos una marcada capacidad para operar y conducirse en entornos
multiculturales. Esto se manifiesta, por ejemplo, en la exigencia de
comunicarse, en muchas situaciones, empleando una versión pragmática del
inglés manejable por directivos de procedencia diversa que representa
la lengua franca del mundo empresarial. Por lo tanto, el manejo de dicha
lengua se ha convertido en una herramienta imprescindible para el
futuro directivo.
El uso de un idioma común ha sido, por ejemplo,
uno de los factores que más ha ayudado a la ingente inversión directa de
empresas españolas en Latinoamérica en los últimos años.
Será
necesario dominar, como mínimo, dos idiomas correctamente; tres es un
número razonable, y con cuatro ya te puedes desenvolver con
tranquilidad. Lo más adecuado para dominar cualquier idioma es pasar una
temporada en ese país. El inglés sigue siendo líder en el ranking de
idiomas. Le siguen el francés y alemán, aunque lo fundamental es tener
conocimiento de la lengua que se habla en el país de origen de la
multinacional. Los futuros directivos españoles cuentan con una ventaja:
saben castellano, el tercer idioma del mundo y el principal en América
Latina, una zona de inversión más relevante cada día.Además del dominio de idiomas, también se exige el respetar la idiosincrasia de los clientes o socios de diferentes culturas.
Por
otro lado, la sensibilización de los directivos hacia los problemas
éticos, tanto internos como externos a la empresa, es otro aspecto que
progresivamente está siendo valorado por los inversores, por los
clientes y por el resto de la sociedad.
Indudablemente, las
características anteriores apuntan a un perfil de directivo muy distinto
del gerente de hace varias décadas, cuyo patrón se ajustaba en mayor
medida al control y la supervisión.
Motivar y generar confianza,
apertura hacia la innovación, capacidad para comunicar eficazmente los
directivos consumen la mayor parte de su tiempo hablando con otras
personas y visión estratégica para emprender cambios son todas ellas
facultades, de naturaleza más política que gerencial, que dibujan un
nuevo estilo de liderazgo.
La preparación universitaria debe
buscar un amplio campo de aplicación y universalidad en los
conocimientos. Orientar adecuadamente a los jóvenes que pretenden
iniciarse en el mundo empresarial, así si un individuo estudia una
carrera, hay que procurar que esté relacionada con la empresa en la que
se pretende trabajar. Se puede dar el caso de estudiar filología
hispánica y acabar siendo el responsable de una empresa de ordenadores,
aunque no es lo normal. Más que los estudios universitarios en sí, lo
relevante es poseer una buena formación y mucha iniciativa personal.
La
experiencia profesional es un factor imprescindible ya que, para ser
directivo, se debe conocer al detalle los entresijos de la empresa. Se
valora más que cualquier estudio previo. Al final, cuando se esté
sentado en un sillón tomando decisiones, habrá acumulado suficiente
información y conocimientos para resolver los problemas. Una vez en la
empresa, aprovechar el tiempo y absorber cada nueva idea que surja.
Tomar iniciativas, ya que la mejor forma de demostrar que se vale es
haciéndose imprescindible. Luego, paciencia, que los ascensos siempre
llegan.
No hay un umbral mínimo de edad, pero tampoco máximo.
Según los expertos, el gerente del siglo XXI puede tener desde los 30
hasta los 65 años. Suponiendo que se han realizado los estudios con
éxito, que se ha hecho un máster y que se ha estudiado en el extranjero,
no se podrá entrar a trabajar en una compañía hasta los 25 años. No es
normal, por lo tanto, acceder a un alto cargo antes de los 30 porque,
hasta esa edad, no ha terminado la ubicación en la empresa.En
cuanto al sexo, es una cuestión que ya está superada. El porcentaje de
ofertas de trabajo que tienen en cuenta el sexo del solicitante no
supera el 1,5%, mientras que el resto, un 98,5%, no lo especifica como
criterio de selección; dato extrapoladle a los directivos. Incluso el
sexo se tiene en cuenta, pero en su carácter de discriminación positiva
hacia las mujeres.
Actualmente, ellas son mayoría en las aulas
universitarias y, como es lógico, tienen más posibilidades de hacerse
con un puesto directivo. Las empresas tienen una especial predisposición
a adaptarse al entorno social que le rodea y éste se encuentra dominado
por las mujeres. Aun así, algunas empresas consultadas indican que la
mujer tiene que demostrar día a día que es válida para el puesto,
situación que no se da con los hombres.
Con conocimientos en
informática, pero sin ser un informático. Los ordenadores son una
herramienta de trabajo que se debe emplear con la mayor soltura posible
en el trabajo. Es indispensable saber navegar por Internet y tener los
conocimientos suficientes para que no sea el número de teléfono del
ingeniero de sistemas el más marcado. Sería inútil detallar los
programas que son necesarios conocer, porque la informática se va
renovando día a día. Eso sí, no hay que dejar pasar cualquier novedad
que surja.
Debe tener un conocimiento profundo de los modelos de
negocio, tanto de las empresas como de los pequeños comercios. Para
ello, tiene que saber escuchar a la persona que está al otro lado, pero
no de forma pasiva, sino reaccionando. Otro aspecto consiste en sentir
pasión por el negocio del que formas parte. Si tiene lo que los
americanos denominan passion for the bussines (pasión por el trabajo),
las dos primeras condiciones vienen solas.
Conclusiones
El
cambio de milenio es una buena oportunidad para reflexionar sobre las
habilidades características que el nuevo entorno empresarial demanda de
los directivos.Los directivos del siglo XXI serán similares a los
de la década de los noventa, pero no iguales. La preparación será
diferente y las formas de trabajo variarán. Idiomas, estudios,
conocimientos informáticos y capacidad de comunicación son algunos de
los aspectos a tener en cuenta para ser un directivo. Lo primero es
tener ganas de conseguir el cargo; después, mucho sacrificio. La mejor
medicina es la confianza y la peor la infravaloración personal o el
desánimo.
Las características que hoy conocemos son útiles, pero
cada vez se tornaran mas inseparables; deberá ser estratega, pero al
tiempo organizador y líder, pero para poder organizar necesita saber
hacia dónde va, como va a organizarse, y en cada etapa saber ser líder,
según se lo vaya exigiendo cada época de la historia, aunque a lo largo
de la existencia del hombre en la tierra el líder siempre ha sido
característico sobre los demás.
Deberá pues saber de todo lo bueno
un poco, pero también conocer de las cosas malas que pueden afectar una
organización, y ser consciente de que a medida que avanza el tiempo
además de presentársele en el camino herramientas útiles para
sobrellevar cualquier adversidad, aparecen también puntos negros que
opacan el panorama.
Hay que saber combinar en la proporción
perfecta, habilidades técnicas, personales, especificas, y generales;
“la idea es concebir una máquina perfecta para la dirección con todos
los conocimientos en cuanto a la administración se refiere, pero con
mucho de corazón, y carisma entre las personas”.
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